Un día mas en mi
vida, un día mas que tengo ganas, necesidad de escribir. Por ahí es una forma
involuntaria (o no tanto) de comunicarme con alguien. Ambos, en ese caso, lo
sabemos. Lo sabemos.
Es claramente una
etapa de balance, de cierre, de una mirada retrospectiva, nostalgiosa por
aciertos y desaciertos, cosas buenas y malas. Tantas cosas malas. ¿Tantas cosas
malas? Si, puede que sí. ¿Pero no habrá algo de lo bueno que pese mas que todo
lo malo junto?
Este año fue una
gran cachetada. Pero cuidado, a veces una cachetada no viene tan mal. Es duro
golpearse, chocar contra la pared, sentirse fuera de tiempo y espacio. Pero
todo ello es tan necesario, al menos alguna vez. Y era algo que necesitaba (necesitábamos?).
Se mira el futuro diferente ahora, se mira al futuro al fin.
Todo este tiempo
la rutina me devolvió, no solo menos de lo que le doy, sino un algo indeseado, inesperado
(?). Frustración. Y a inesperado le cabe un signo de interrogación aún más
grande, porque eso es lo que me devuelve la vida casi a diario. Pero no, uno
sin embargo está cada vez menos preparado. Eso pasa, creo, porque se van
tomando progresivamente más recaudos, sellando impurezas, buscando disminuir el
riesgo. Pero la frustración se abre camino. De alguna u otra manera, como sea,
pero llega. Y claro, te encuentra con las defensas bajas, atónito mirando como
se filtra burlando tu sellado.
He descubierto,
con el tiempo, que soy un gran enemigo de lo inesperado. Me desestabiliza, me
hace tropezar. No me vengan con esa absurda falacia novelesca de la adrenalina
y la emoción de lo que no se conoce. Le servirá quizás a Indiana Jones, pero no
a mí. Y quizás este año no esperaba que me falle el sellado. No lo esperaba, no
lo preveía. Lo previsto, eso es. Me rompe el alma lo imprevisto.
Y en la
imprevisibilidad ronda hoy nuestro futuro. Sí. Si digo nuestro es porque hablo
de nosotros. Sí, nosotros dos. Eso me pone, conciente o inconcientemente, mal.
Porque preveo algo, algo que quiero, y sé, al mismo tiempo, que la rotura de
esa predicción me puede voltear. Soy y seré victima una y otra vez de mis
predicciones.
Con todo, el año
puede llegar a tener balance positivo. ¿Pero como puede ser? Si fue pálida tras
pálida, peleas hasta el hartazgo conmigo mismo. ¿Cómo puede ser entonces que
encuentre al final este año más bueno que malo? ¿Puede ser tan simple la
respuesta? Claramente. Estuviste vos, ahí, simplemente presente. Estuvimos los
dos en el otro.
Me tienta
constantemente hablar en plural. Me tienta porque lo siento así. Porque son
pocas las cosas que padecimos por separado, y hasta inclusive esas las hicimos
mutuas al contarlas paso a paso, detalle a detalle. Me cuesta singularizar, porque rara vez lo
que pueda decir de mí no hable, explicita o implícitamente, de vos.
¿Quién me habrá ganado
diciendo que “la esencia mas pura va en frasco pequeño”? Algo en lo que, de un
tiempo a esta parte, creo firmemente y logré constatar.
Hoy, casi pasando
de hoja en el libro de los años, me hago preguntas, y me respondo otras tantas.
Fuimos capaces de compartir tantas cosas feas, ¿no valdrá la pena entonces intentar
compartir cosas buenas? No quiero que seas mía, solo quiero ser testigo y
participe de tu vida. No quiero poseerte, solo quiero que sea posesión de los
dos algo común. No te quiero siempre a mi lado, solo quiero tenerte cerca. No
quiero que seas una predicción, rómpeme los planes tanto como puedas. No quiero
dejar de creer y no quiero dejar de ser iluso porque soy ahora conciente que no
se puede vivir sin ilusión.
Sos algo
imprevisto, en mi presente y en mi futuro, y eso me llena de alegría y me confronta conmigo mismo: algo imprevisto, por
lo tanto...algo a lo que temo, me robó el corazón. Y ese algo en realidad es
alguien, y es momento y lugar de admitirlo.