Siempre pasa, es fija. Uno se empieza a desesperar
cuando las cuentas regresivas llegan a sus unidades mínimas. Falta menos de un
día para algo, menos de una hora para otra cosa, menos de un minuto para
empatar el partido. Es etapa de desesperanza, allí se cae en la cuenta de que
es inminente el acontecimiento. Y vaya acontecimiento si los hay… el mismísimo
fin del mundo. Sépalo usted, lectora, lector, acaba de entrar en su último año
de mundo, al menos tal cual lo conocemos. Y pese a ya estar anoticiado de ello,
sigue leyendo este artículo vano. ¡Válgame!
Claro está, nos estamos tomando a pecho las
predicciones de aborígenes que llevan 500 años extintos. ¿Está mal? No creo. En
algo hay que creer, si no se pierde el faro propio del devenir de la vida. Por
lo pronto, si se nos avecina el fin del mundo, organicemos un regio asado.