jueves, 2 de febrero de 2012

Crónica de unas vacaciones de verano

Se nos va enero como mera entrada en calor de un año por empezar. Ya empezó, tratemos de afrontarlo y dejemos de boludear. Buena forma de cortar con el sopor es hacer una breve mirada retrospectiva a esos magros 7 días en Mar del Plata que intentan confrontar a tu rutina y ponerla de rodillas. Viaje con amigos, viaje juvenil. Vamos a hacer un día a día.

Día 1: - Llegada triunfal a “La feliz”. “¡Oh my god!”
        - Desembarque en el depto de alquiler, compras varias en los chinos del barrio, inclusive cosas insólitas como té.
           - “Me olvidé las camisas, ¡la puta madre!” .
           - Primeras migas con el inefable portero del edificio, Marcelo.
           - Moraleja del primer día: la Bristol es para viejos, nuestra libido juvenil nos lleva a repensar el destino del segundo día, sino aparte… ¿para qué trajimos la cámara de fotos?

Día 2: - Primera resaca ausente, el fernet empieza a resultar inofensivo.
           -  El descubrimiento de una rotisería con combos inexplicables a 16 pé nos lleva a almorzar de forma desaforada una tremenda milanga napolitana a las 3 de la tarde lo cual, obviamente, termina atentando contra nuestro horario de aproximación a la playa.
           - “Puta madre, se nubló”
          - Desembarco en Playa Grande, definitivamente nuestro lugar en el mundo. Hace un frio de cagarse y nos volamos con el viento pero la recreación visual bien vale cualquier penuria. “Sacá la cámara”
        - El portero cheronca nos guarda el auto en un hotel, previo turbio convenio con algún conserje. “¡Metele, sacalo ràpido que está por venir el dueño, dale, acelerá!”
           - Moraleja del segundo día: el agua de mar es definitivamente salada.

Día 3: - Se aprende de los errores, se omite ahora el almuerzo y se parte a la playa después de un moderado desayuno.
           - Día de viento y frio en nuestra primera incursión a las playas del sur. DJ haciendo ruido y gente extasiada al escuchar esa sucesión interminable de golpes regulares y ciclos exageradamente repetitivos a lo que osan llamar música. Fiasco.
          - “Puta madre, se largó a llover”
        - Tercer día consecutivo de salidas nocturnas, en esta ocasión hacia un topisimo boliche de la playa en el cual no podemos ni acercarnos a la barra sin evidenciar nuestra economía de guerra. “¿Qué? ¿35 mangos un porrón de Corona? ¿Y por menos que hay?”
        - Moraleja del tercer día: el agua potable marplatense y la comida chatarra de la rotisería económica puede ser un combo no recomendable para el correcto fluir gástrico.
         
Día 4: - Excursión a Miramar, realmente es la ciudad de los niños, todos púberes. “Pucha, guardá la cámara”
         - La vuelta por ruta 11 no tiene nada que envidiarle a los embotellamientos de Panamericana.
          - Nueva noche de salida. El físico empieza a protestar y las mini siestas de las 9pm se tornan insuficientes.
       - Seguimos probando, cual gourmets, menúes de la “Loris”, la rotisería ultra económica.
            - Moraleja del cuarto día: hay que llevar papel higiénico a donde quiera que vayas.

Día 5: - Es mi cumpleaños. Como siempre, me las ingenio para rajar y pasarlo viajando muejeje.
           - Se suman amigas de amigos al contingente. Quedan atrás los pedos y exabruptos de hombres solteros.
        - Desde el momento en que se levanta el primero hasta que arrancamos transcurren 2:30 horas exactas. Mujeres + hombres aletargados = demoras.
            - Todos descompuestos, hicimos bien en comprar té.
          - Moraleja del quinto día: todos los días se nubla a alrededor de las 4 de la tarde por lo que nos perdemos las mejores horas de playa durmiendo y hueveando lejos de la playa.

Día 6: - Se empieza a tornar rutinaria la vida aquí. Dormir, despertar, comer, tomar micro, retozar en la playa, pasar frio, comer arena, volver, bañar, comer combo a 16 pé, tomar, salir, volver, dormir, etc.
           - El portero es decididamente goma e hinchapelotas.
          - Me enamoro de una china que se llama María (sí, sí, María) y no la veo nunca más, y encontrar un chino en el mundo es peor que la aguja en el pajar.
           - Moraleja del sexto día: nos hubiera convenido comprar fernet al por mayor.

Día 7: - Último día, hay que hacer algo especial. “ehh, mmm, ehh…. Vamos a la playa”
           - Nuestra vida aquí es ya más cíclica que la música de DJ Topokohausen.
           - El deseo de volver a nuestras casas y comer ensaladita y fruta crece en nosotros.
           - “No como una puta papa frita más en mi vida”
           - Moraleja del séptimo día: me tienen podrido con las moralejas.

Día 8: - Son las 8am y hay que empacar y rajar antes de las 10am. Todos duermen y algunos rozan el coma alcohólico. El amistoso Marcelo nos baja la puerta a golpes.
            - “¿Nos vamos? Al cabo que ni quería quedarme”
           - A cargar todo al auto y a esperar que se nos pase el pedo a la sombra escuálida de una plantita.
            - Llegamos a destino, a casita, totalmente destruidos.
            - Moraleja del octavo día: necesito vacaciones.

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