Se nos va enero como mera entrada en calor de un año por empezar. Ya empezó, tratemos de afrontarlo y dejemos de boludear. Buena forma de cortar con el sopor es hacer una breve mirada retrospectiva a esos magros 7 días en Mar del Plata que intentan confrontar a tu rutina y ponerla de rodillas. Viaje con amigos, viaje juvenil. Vamos a hacer un día a día.
Día 1: - Llegada triunfal a “La feliz”. “¡Oh my god!”
- Desembarque en el depto de alquiler, compras varias en los chinos del barrio, inclusive cosas insólitas como té.
- “Me olvidé las camisas, ¡la puta madre!” .
- Primeras migas con el inefable portero del edificio, Marcelo.
- Moraleja del primer día: la Bristol es para viejos, nuestra libido juvenil nos lleva a repensar el destino del segundo día, sino aparte… ¿para qué trajimos la cámara de fotos?
Día 2: - Primera resaca ausente, el fernet empieza a resultar inofensivo.
- El descubrimiento de una rotisería con combos inexplicables a 16 pé nos lleva a almorzar de forma desaforada una tremenda milanga napolitana a las 3 de la tarde lo cual, obviamente, termina atentando contra nuestro horario de aproximación a la playa.
- “Puta madre, se nubló”
- Desembarco en Playa Grande, definitivamente nuestro lugar en el mundo. Hace un frio de cagarse y nos volamos con el viento pero la recreación visual bien vale cualquier penuria. “Sacá la cámara”
- El portero cheronca nos guarda el auto en un hotel, previo turbio convenio con algún conserje. “¡Metele, sacalo ràpido que está por venir el dueño, dale, acelerá!”
- Moraleja del segundo día: el agua de mar es definitivamente salada.
Día 3: - Se aprende de los errores, se omite ahora el almuerzo y se parte a la playa después de un moderado desayuno.
- Día de viento y frio en nuestra primera incursión a las playas del sur. DJ haciendo ruido y gente extasiada al escuchar esa sucesión interminable de golpes regulares y ciclos exageradamente repetitivos a lo que osan llamar música. Fiasco.
- “Puta madre, se largó a llover”
- Tercer día consecutivo de salidas nocturnas, en esta ocasión hacia un topisimo boliche de la playa en el cual no podemos ni acercarnos a la barra sin evidenciar nuestra economía de guerra. “¿Qué? ¿35 mangos un porrón de Corona? ¿Y por menos que hay?”
- Moraleja del tercer día: el agua potable marplatense y la comida chatarra de la rotisería económica puede ser un combo no recomendable para el correcto fluir gástrico.
Día 4: - Excursión a Miramar, realmente es la ciudad de los niños, todos púberes. “Pucha, guardá la cámara”
- La vuelta por ruta 11 no tiene nada que envidiarle a los embotellamientos de Panamericana.
- Nueva noche de salida. El físico empieza a protestar y las mini siestas de las 9pm se tornan insuficientes.
- Seguimos probando, cual gourmets, menúes de la “Loris”, la rotisería ultra económica.
- Moraleja del cuarto día: hay que llevar papel higiénico a donde quiera que vayas.
Día 5: - Es mi cumpleaños. Como siempre, me las ingenio para rajar y pasarlo viajando muejeje.
- Se suman amigas de amigos al contingente. Quedan atrás los pedos y exabruptos de hombres solteros.
- Desde el momento en que se levanta el primero hasta que arrancamos transcurren 2:30 horas exactas. Mujeres + hombres aletargados = demoras.
- Todos descompuestos, hicimos bien en comprar té.
- Moraleja del quinto día: todos los días se nubla a alrededor de las 4 de la tarde por lo que nos perdemos las mejores horas de playa durmiendo y hueveando lejos de la playa.
Día 6: - Se empieza a tornar rutinaria la vida aquí. Dormir, despertar, comer, tomar micro, retozar en la playa, pasar frio, comer arena, volver, bañar, comer combo a 16 pé, tomar, salir, volver, dormir, etc.
- El portero es decididamente goma e hinchapelotas.
- Me enamoro de una china que se llama María (sí, sí, María) y no la veo nunca más, y encontrar un chino en el mundo es peor que la aguja en el pajar.
- Moraleja del sexto día: nos hubiera convenido comprar fernet al por mayor.
Día 7: - Último día, hay que hacer algo especial. “ehh, mmm, ehh…. Vamos a la playa”
- Nuestra vida aquí es ya más cíclica que la música de DJ Topokohausen.
- El deseo de volver a nuestras casas y comer ensaladita y fruta crece en nosotros.
- “No como una puta papa frita más en mi vida”
- Moraleja del séptimo día: me tienen podrido con las moralejas.
Día 8: - Son las 8am y hay que empacar y rajar antes de las 10am. Todos duermen y algunos rozan el coma alcohólico. El amistoso Marcelo nos baja la puerta a golpes.
- “¿Nos vamos? Al cabo que ni quería quedarme”
- A cargar todo al auto y a esperar que se nos pase el pedo a la sombra escuálida de una plantita.
- Llegamos a destino, a casita, totalmente destruidos.
- Moraleja del octavo día: necesito vacaciones.
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