viernes, 20 de julio de 2012

¡¿Qué pasaaaaaaa?! (diría Milhouse)

¿Qué pasa? ¿En qué nos hemos convertido? Ya no importa que se dice, ya no importa el fluir verbal oral. ¿Para qué? Si hasta es prácticamente imposible pensar en hablar con alguien, cara a cara, salpicarla de saliva (perdón la falta de elegancia pero suena potente y puede favorecer al impacto visual que intento generar aunque, ahora que les conté las intenciones, puede que en realidad no favorezca un joroca; en fin… no sé). Nos hemos convertido en insulsos seres virtuales que no hacemos más que manipular la propia imagen que de nuestra existencia generamos. ¿Y la persona? Mmm, está por ahí atrás, eclipsada por nicks, muros, screnshots, followers y la mar en coche.
Tengo celular, tampoco soy tan retrograda che, pero tengo un aparatito que ya resulta viejo. La gente me pregunta por qué no me compro uno más moderno, touch, con “aipad”, con WhatsApp. ¿Qué mierda es el WhatsApp?, se preguntará usted oportunamente. La verdad, no lo sé, quienes no lo tenemos no terminamos de entender que vendría a ser. Es como un chat de celular, para lo que necesitas que el mismo tenga internet y que el receptor tenga obviamente también internet y WhatsApp, herramienta mediante la cual uno casi deja de precisar enviar mensajes de textos y/o hacer llamadas por lo que podríamos prescindir del teléfono celular. Pero hojaldre, un razonamiento semejante nos puede llevar a revolear el aparatito por la ventana sin caer en la cuenta de una verdad esencial: este chat que nos ahorra la vida usa como plataforma justamente el celular, así que ya andá pispeando la vereda de enfrente a ver si podes reconstruir el artefacto que acabas de destrozar.
Ya lo sé, estoy resignado, para cuando sucumba mi alma y me compre la maldita porquería que contenga el WhatsApp ya va a estar pasado de moda y la gente se va a comunicar con alguna otra huevada. Si algo ha de reconfortarme, sin embargo, es que sobrevivo a la virtualización permanente. Ya bastante molesto me resulta andar con un dispositivo en el bolsillo mediante el cual puede solicitarme cualquier persona a cualquier hora por la módica suma de 25 centavos, tamaño disparate sería agregarle a eso un chat constante que me vibre en el pantalón. ¡Estamos todos locos! Si me ha de pisar algún auto que sea por mirar una mina como corresponde y no por chatear. Pensar que antes se iba al ciber, pobres nabos de antaño. No les basta con tener internet en sus casas que ahora también lo quieren en el bolsillo, dejame de joder. No puedo imaginar donde más lo van a querer… (prohibido el chiste fácil con las palabras "banda ancha").

lunes, 9 de julio de 2012

Des-indigno terapia, 13ra entrega

"Aria agraria (tarareo conceptual)"
Les Luthiers

Joyita de Les Luthiers para la 13ra Des-indigno terapia a la cual no hace falta agregarle mucho más. Tarareo coneptual, señoras y señores. "Tiritaban y tiritan y tiritarán..." 

lunes, 2 de julio de 2012

Teorema del caos de tránsito

El desplazamiento es sin dudas una cualidad de los seres vivos animados, más específicamente, los animales. Como tales, nosotros, los humanos, nos movemos constantemente en pos de satisfacer nuestras necesidades o en pos de…. ehh, nada, simplemente movernos. El movimiento por el puro movimiento, como lo es bailar. Ahora, hablar de animales y de humanos como esferas disociadas nos lleva a erigir una superioridad intelectual y posicional de los segundos por sobre los primeros. Una raza más acabada y evolucionada. Sin embargo, una suculenta manada de búfalos puede atravesar una planicie a altas velocidades sin tropezar siquiera uno, mientras una manada de humanos no puede superar un ligero embotellamiento en una autopista, que dicho sea de paso, esta especialmente diseñada para un transitar fluido y sin “tropezones”. Algo pues, como verán, no funciona.
El ser humano y su cada vez más sofisticado modo de vida han creado vehículos para evitar recurrir al desplazamiento impulsivo que representa caminar. ¿Cómo vamos a utilizar las piernas, que en el mejor de los casos son dos y no tienen repuesto, si podemos en su lugar valernos de algún artefacto que nos lleve y nos traiga satisfaciendo nuestra sed de movimiento? Yo quiero mi autito, y lo quiero ya y no quiero que se suba nadie, a excepción de alguna hembra en celo o en edad de reproducción, digo así… para ponerlo, ya que estamos, en términos salvajes.
Claro, si multiplicamos este pensamiento por la cantidad de habitantes y los ponemos a todos en la calle con sus autitos equivalentes a unos ocho búfalos cada uno queriéndose mover para quien sabe donde, el resultado es inevitablemente el caos. No hay planicie que aguante, ni autopista, ni camino de cintura. Caos, rockanroleee.
Pero no estoy aquí para hablarles de lo evidente. Hay una lógica que subyace a todo este descontrol, una lógica que responde al mero movimiento, al desplazamiento más primitivo: caminar.