lunes, 8 de noviembre de 2010

Me gustabas más cuando no tenías ideales

Esto algún día va a ser una canción. Ese día no es hoy, claramente, pero llegará el momento. Hoy no tengo ganas ni de afinar la guitarra y, en contraposición, tomo la guitarra metafórica y empiezo a “guitarrear”. Esto está casi inspirado en un hecho real, o mejor dicho, una persona real. Sufre, como todo, adaptaciones para que el relato resulte más marketinero o para que al menos, usted…, lectora, lector, llegue hasta el punto final sin bostezar.
Un libro que estoy leyendo en la actualidad me sugiere que “los ideales son el factor que diferencia a los mediocres de los no mediocres”, o sea, los primeros carecerían de ideales. El libro se llama “El hombre mediocre”, de José Ingenieros, quien realiza una especie de psicología del hombre promedio. Sin embargo, y pese a que hace un exhaustivo análisis tendiente a clarificar el significado de la palabra “ideal”, creo que el modo en que caracteriza a los ideales el autor ya es casi un anacronismo: dicha palabra sufre en la actualidad una especie de sobreutilización o banalización, se la emplea tanto y de formas tan diversas que pierde ya su peso y sentido.
“Me gustabas más cuando no tenías ideales” ¿Qué me diría Josecito si me viera ahora, susurrando y mirando atónito a la persona en cuestión abandonar su liviandad y sencillez característica para transformarse en una rebelde luchadora y defensora de ideales más ajenos que propios? Dudo que tuviera palabras. Probablemente agradecería el llevar 85 años de muerto y volvería cabizbajo a su tumba sugiriendo con un gesto: “es tu realidad, hazte cargo”. Es que sí, los ideales de los que hablaba este pensador distan mucho de a lo que hoy llamamos “ideales”. Un ideal actual es algo así como el cliché del cliché del cliché de algún ideal que una persona como Ingenieros pudo haber tenido hace más de 100 años. Si no te involucrás, si no tomás partido, si no intervenís, si no adoptás un “cliché ideal” como propio sos, hoy, el hombre mediocre. Pero claro, una cosa es lo que se es a los ojos de las mazas y otra cosa es lo que realmente se es. Porque hoy en día es mas valeroso subirse al caballo que suba la mayoría (cansado, viejo, lejos de ser un gran corcel de carrera) que no subirse a ninguno, pues eso te transforma automáticamente en un desentendido de la realidad. Y además, triste….tristemente, es mas importante ser visto arriba del caballo que el hecho de montar al equino en sí. No sé si me explico…
Pobre Ingenieros. Para reivindicarlo un poco y encontrar un lazo entre su teoría y la actualidad, podríamos reformular su tesis: el hombre mediocre es aquel que adopta un ideal solo por el simple hecho de adoptarlo, con inercia, lejos de entender y/o sentir el significado del mismo. “Fiuuu!!! safé! Tengo un ideal” (extracto de un pensamiento de un hombre mediocre captado en el éter) (?). Entonces, ¿los mediocres son hoy aquellos que tienen ideales o dicen tenerlos? En cierto punto sí. Aunque: tienen más ganas de tener ideales que ideales en sí, tienen ideales tan compartidos que no se puede afirmar que les son propios, tienen la necesidad de tener algo parecido a un ideal para ser aceptados socialmente. Tienen la imperiosa urgencia de DEMOSTRAR que son capaces de tener ideales y defenderlos. Nada más. ¿Y que hay de los hombres no mediocres? Nada también, miran eso con constantes ganas de vomitar, y empiezan a entender que su rol hoy quizás es, más que tener ideales verdaderos, intentar devolverle a los ideales su verdadero significado.
Como buen “chusma” que se es por naturaleza humana, usted se estará preguntando a qué (o quién) refiere el título de este ensayo, tan directo, tan personal. Voy a alimentar entonces vuestra sed de chimentos contándoles que el mismo hace referencia a una persona a la cual antes todo parecía resbalarle, se reía de hasta aquellas cosas que parecieran trágicas, de sus nefastos “tropezones”, de los cachetazos de la vida, y aparentaba ser incorruptible e incapaz de ser contaminada por alguna bandería política oportunista, llena de engaños y clichés, como la política en sí, claro está. Ahora, en cambio, es una ferviente militante atestada de convicciones y luchas por llevar a cabo, con la seriedad que dicha encomienda de sus (flamantes) principios amerita, más aun teniendo en cuenta la inmensa cantidad de enemigos atiborrados de odio y maldad que la acechan en las calles. Y ese giro que ha producido en su vida, en su personalidad, ha alegrado y ha de alegrar a mucha más gente de la que ha de decepcionar. De hecho, quizás sea yo el único que añora su obsoleta forma de ser de antaño. Je, con ella antes me reía del tipo de persona en el que se ha convertido hoy. ¡Viejos tiempos, vaya paradoja!  
¡Mirá Josecito a donde nos llevaron los ideales! Y lo bien que haces en estar muerto, sino te morirías del disgusto. Creo, sin embargo, entender tu forma de pensar, y por vos y tu memoria (y por Ella) moldeo estas líneas. Tengo ideales, sin duda, pero…, como la esencia de los mismos lo afirma (corregime si me equivoco), no los proclamo a los cuatro vientos sino que los transmito de forma sutil, los demuestro, tal cual lo merecen. Y los pongo en duda constantemente, por supuesto. ¿Quién soy yo para defender algo? Nadie. Ojalá todos tuvieran esa premisa tan presente. ¡Ojalá! Tengo ideales y son tan míos que los conozco solo yo. Evolucionará la forma de transmitirlos, evolucionará el transmisor en sí. Tiempo al tiempo Josecito, por lo pronto procuro terminar de leer tu librito, después veremos como sigue la cosa.