domingo, 30 de octubre de 2011

Kadafi, la urna y la dieta de los polinesios

Una vez más, nuevamente, me veo tentado a hablar de globalización. Imposible evitarlo por estos días. Qué fascinante, ¿no? Pueden pasar tantas cosas en simultaneo, todos paraditos sobre el mismo trozo de roca revoloteando en el espacio y cada uno en lo suyo, con sus preocupaciones.
De este lado del mundo miramos Libia hoy con la mirada de las grandes potencias (aunque no lo somos), horrorizados por cómo matan y celebran muertes como bárbaros. Consumimos noticias del “inframundo” con los ojos grandes mientras con una mano comemos pochoclo y con la otra empujamos un sobrecito en una urna. Es un sobre, son unos papelitos…, ¡qué tanto escándalo! Poco, poco le importan nuestras cinematográficas preocupaciones al polinesio de sobremesa, al otro lado del planeta. Está redondo como un tonel y se regocija de solo imaginar la siesta que está a punto de consumar.

miércoles, 19 de octubre de 2011

En estado natural

Es parte constitutiva nuestra el conflicto. Lejos de ser un lapsus por el cual transitamos cada tanto, el conflicto está omnipresente en todas las esferas de la vida social humana. Es motor de todos nuestras acciones y comportamientos, los cuales no son más que simples estrategias que intentan resolver y devolvernos a ese estado ideal utópico de “no conflicto”, lo cual nunca ocurre. Nunca.
Somos conflictivos por naturaleza. Amamos, en el fondo, esa sensación de desdicha y desazón que revuelve las entrañas. Esas ganas de confrontar contra algo o alguien. Con o sin razón. Escuchame…, je, ¡como si eso importara! Lo importante acá es pelear, después vemos si alguien tenía razón o si todos estábamos en lo correcto al iniciar el pleito. ¡Bienvenidos al club de la pelea!

miércoles, 12 de octubre de 2011

Haciendo migas con mis amigas

¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer? Pregunta existencial si las hay. Respuesta: ní. Voy a citar a una sabia compañera, cómplice de anécdotas y reflexiones de trasnoche: “la amistad entre el hombre y la mujer no existe ni a palos, yo me terminé bajando a casi todos mis amigos”. ¡Apa! Ahora bien, con este interlocutor femenino terminamos siempre hablando más de las cosas que me ocurren a mí que de las que le han ocurrido a ella en sus años de descoque “solteril”. Claro, ella comparte mi momento de la vida con la nostalgia del que lo pasó y lo añora como a un recuerdo de la infancia perdida.
Se podría decir que soy un novato en esto de tener amigas. Peco, claro está, de inexperto, olvidando por momentos que estoy interactuando con personas de otro sexo, o, por el contrario, teniendo dicha premisa demasiado presente. Excesivamente.