Una vez más, nuevamente, me veo tentado a hablar de
globalización. Imposible evitarlo por estos días. Qué fascinante, ¿no? Pueden
pasar tantas cosas en simultaneo, todos paraditos sobre el mismo trozo de roca
revoloteando en el espacio y cada uno en lo suyo, con sus preocupaciones.
De este lado del mundo miramos Libia hoy con la
mirada de las grandes potencias (aunque no lo somos), horrorizados por cómo
matan y celebran muertes como bárbaros. Consumimos noticias del “inframundo”
con los ojos grandes mientras con una mano comemos pochoclo y con la otra
empujamos un sobrecito en una urna. Es un sobre, son unos papelitos…, ¡qué
tanto escándalo! Poco, poco le importan nuestras cinematográficas
preocupaciones al polinesio de sobremesa, al otro lado del planeta. Está
redondo como un tonel y se regocija de solo imaginar la siesta que está a punto
de consumar.