Cuantos colores, ¿no? Cuantos colores en el abanico
caleidoscópico humano, y cuantos que escapan a nuestra visión seguramente.
Tantos son los visibles que se nos complica inclusive nomenclar, ante lo cual
empezamos a hacer bises: azul marino, azul francia, amarillo patito, rojo
pasión, verde militar, celeste cid, blanco teta, negro culeao. Infinidad. Pero
nada como tener un colorcito que lo represente a uno, que sea del lugar de
procedencia. Algo bien bonaerense. Lo pedís lo tenés, he aquí tu color: naranja
Scioli.
¿O me vas a decir que acaso no te habías dado cuenta?
La provincia entera se pinta de naranja y vos ahí papando moscas. Es la
sutileza, claro está. La sutileza de la iconografía y la paleta de colores
puesta al servicio del diseño gráfico, el cual a su vez se pone al servicio, en
esta ocasión, de un gobierno. Aunque se entremezclan y se difuminan los límites.
Porque el naranja parece estar representando al Scioli gobernador y al Scioli
candidato simultáneamente. Desde luego, no se lo puede acusar de hacer campaña política
solo por llevar como insignia de su gobierno el color naranja. Pero bueno, es
la sutileza, vio.
Lo tuve en mis manos, un disco, un cd de un grupo
folklórico platense. Tapa naranja. “No, no puede ser”, me intenté
autoconvencer. Y al hurgar los datos de producción en la contratapa di en el
clavo y confirmé mi sospecha: el disco lo financió el Instituto Cultural de la
provincia, dependiente del gobierno provincial. Desde eso, ínfimo, hasta las tribunas
del Estadio Único….¡¡¡todo!!! Todo naranja. Se revuelcan seguramente Stanley
Kubrick y Rinus Michels por lo preciado del naranja en sus respectivas naranjas
mecánicas. Naranja acá nos sobra, pero de mecánica… poco y nada.
En Capital Federal se vive situación similar con el “amarillo
Macri”, aunque no soy quien para ahondar en ello porque no habito esos lares.
Lo sustancial es admirar (sí, sí, admirar) como nos enchufan a presión un color
en la cabeza, el cual nos empieza a remitir a algo o alguien inmediatamente. Si
hasta al volcárseme Fanta en la remera me parece ver instantáneamente que se imprime
en la tela la leyenda “Buenos Aires, la provincia”. ¡Me están taladrando la
cabeza!
Se hace extensivo este repudio a todas las fuerzas políticas
que empiezan a blandir sus espadas en la guerra gráfica pre-electoral. Se
relamen los diseñadores viendo como, con la impunidad oficial, son capaces de
inundar de color y tipografía los espacios públicos. Ya me duelen los ojos y
faltan seis meses. El color, a veces…, puede que tenga mal olor.
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