Macri ganó la primera vuelta de las elecciones
porteñas. No solo ganó, si no que ganó holgadamente. Cuando vi la placa de
resultados parciales en no sé que canal de televisión inmediatamente me pregunté:
¿cuánto tardarán en aparecer puteadas en las redes sociales?, ¿quién será el
primero que se exprese tremendamente ofuscado en mi Facebook? Porque claro,
Macri es el demonio y todos lo detestan. ¿Por qué? Bueno, no sabemos bien por qué,
pero si todos lo odian por algo será, ¿no? Pucha, ahora me hacen dudar…
El primer comentario que apareció en mi muro, para mi
sorpresa, fue el de un amigo al cual considero una de las personas mas sensatas
de mi abanico de amistades. En ese momento estuve a punto de llamarlo,
exaltado, para advertirle que Aníbal Fernández había conseguido su contraseña y
estaba escribiendo comentarios en su nombre. Pero luego comprendí. Era mi amigo
el que escribía eso, una guarangada digna de nuestro honorable jefe de gabinete
“descalificando” (por no decir otra palabra) a todos los porteños que habían
votado por Macri. O sea, descalificando a media Buenos Aires. Sí, la mitad. Y
era él, era mi amigo subido al caballo (prácticamente parado sobre él) de la
crítica denigrante e inconsistente. El otrora mente sabia y palabra precisa,
hoy “anibalizado” por la realidad. Ahí me percaté de la gravedad de la
situación.