viernes, 2 de agosto de 2013

Deskirchnerizar hasta que aclare

Año electoral, ¿puede haber algo peor que eso? Claro, el mes electoral: dícese del mes de ese año en el cual efectivamente se llevan a cabo las elecciones y nos taladran la cabeza hasta el hartazgo. ¿Puede haber algo aun peor que eso? Claro, que haya dos meses electorales. Así es, con agosto pidiendo pista sabemos que entramos tan solo en las vísperas del primer intento electoral; el segundo y definitivo será allá por octubre.
Como todo primer intento, se debería de tornar más distendido, más liviano. Es el momento de los errores, de los infortunios, de esperar los movimientos del otro. Probemos, ensayemos alianzas y rivalidades, total lo que cuenta es octubre. Sin embargo, la carnicería ya está en marcha y los cartuchos se han empezado a gastar sin reparar en segundas vueltas. El hecho de que las PASO tengan poco, en este caso, de internas, hace que tomen trascendencia superlativa.
Estas elecciones legislativas encuentran al país en un momento político particular. El kirchnerismo, amplio dominador de la escena política en los últimos 10 años, parece empezar a mostrar signos claros de debilitamiento que pueden que preanuncien su final en el 2015. El autoritarismo de su líder, la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, evita la emergencia de nuevos referentes dentro del movimiento llevando al mismo a un callejón sin salida que se estrella contra la utópica re-reelección. Esta última solo sería posible en un contexto de supremacía legislativa y alto grado de aceptación por parte de la opinión pública, ítems que parecen tornarse lentamente irrealizables.
El escenario, sin embargo, dista de ser claro. La conocida incapacidad política de la oposición evita también la emergencia de un “presidenciable” por fuera del kirchnerismo. Léase, ni dentro ni fuera del kirchnerismo parece haber candidatos firmes a suceder a Cristina, de quién en teoría en 2015 nos tendríamos que librar. Entonces, ¿quién asume? ¿Bergoglio?
Un personaje clave en todo esto es el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, a quién se podría definir como “kirchnerista tibio”: kirchneristéa de a ratos, como para no pelearse con nadie y para que no le corten los imprescindibles víveres de la coparticipación federal, pero en el fondo pareciera que no le termina de cerrar la idea de jugar en este equipo. Las inminentes elecciones se perfilaban como el trampolín para que finalmente Scioli rompa el corral, pero… la muy mansa oveja se apelotonó en su rebaño, en el cual es en parte resistida por su latente tendencia a romper el corral, claro, serán ovejas pero no boludas.
El oficialismo, sin embargo, no se resume a ovejas sumisas y ovejas casi rebeldes. Hay una tercera categoría de ovejas que en su momento fueron parte del rebaño pero, lejos de romper el corral, se fueron por la tranquera silbando bajito y sin avivar al resto. A esa categoría pertenece nuestro candidato estelar: Sergio Massa. Digamos, un “ex kirchnerista” que en su momento kirchneristeó enfáticamente pero que ahora (de pronto) ve todo lo malo que antes no veía aunque a su vez sigue viendo algunas cosas buenas en dicho movimiento. Kirchneristeó, ya no kirchneristéa más, pero hay cosas que seguiría kirchneristeando.
Ante esto se armó la hecatombe, todos contra todos. El kirchnerismo saltó enardecido a atacarlo, a despegarse cuanto pudieran de Massa y a dejar en claro que nada tienen que ver con él, acusándolo inclusive de ser “macrista”. Macri, atento, la paró de pecho y dijo: “En provincia yo votaría a Massa”. El massismo, acusó recibo y dejó en claro que nada tienen que ver con Macri; ellos son solo pobres almitas que ven cosas buenas y cosas malas del kircherismo, al cual pretenden hacer una suerte de oposición moderada. Mientras tanto, el gran perdedor con todo esto, el otrora primera fuerza opositora Francisco De Narvaez, también acusó recibo y saltó a atacar a Massa y a emparentarlo con el kircherismo ya que de allí proviene y por ende debe ser más o menos lo mismo.
Se tiran con Massa de un lado para el otro, acusándolo de ser desde macrista hasta kirchnerista, ¿será que no son cosas tan diferentes? En esa tónica, y ofuscados por mirar un poco todo desde afuera, los radicales Stolbizer y Alfonsín salieron a decir que ellos son la única alternativa verdadera ya que el resto son todas variantes del peronismo que se pelean como gatos adentro de una bolsa (no lo dijeron literalmente así, pero…).
Como verán, la concatenación de acusaciones cruzadas es interminable. Hasta ahí, lo habitual. Lo que hace a esta situación diferente es que no se termina de saber bien donde están parados ideológicamente algunos personajes. A saber: Massa y Scioli. Esto es propio, sin dudas, de ese contexto de “recambio” que inevitablemente comienza a transitar la Argentina. La incertidumbre sobre el destino del oficialismo es tan grande que la estrategia que empieza a prevalecer es no mostrarse ni totalmente a favor, ni radicalmente en contra. Es el momento de los tibios.
La prolongación exagerada del kirchnerismo, su absolutismo y la profundidad del daño o porvenir que ha causado (según el cristal con el que se lo mire) es tal que la pregunta sobre la sucesión parece encontrar respuesta en figuras que de una u otra manera formaron parte de este proceso. El kirchnerismo no acabará de un día para el otro, no se apagará en una derrota electoral, no acontecerá un corte abrupto que lleve al país en la dirección contraria; sino que asistiremos a un inevitable proceso de “deskirchnerización” gradual. Esa es la explicación al carácter dual del massismo y el sciolismo que tanto desconcierta a oficialistas y detractores.
     Como la cáscara de un huevo, cuyo destino último es la rotura, el kirchnerismo se acerca a su fin. Lo paradójico del huevo es que puede ser roto tanto desde afuera como desde adentro. La incapacidad largamente demostrada para estrellar con certeza el huevo contra el borde de alguna sartén, nos lleva inexorablemente a presenciar atónitos el nacimiento de vaya a saber qué criatura. Será esta criatura la única capaz de librarse (y librarnos) de esa cascara opresora. Como consuelo nos queda pensar que nunca se ha visto ser vivo que se parezca al huevo del cual proviene. Nunca digas nunca.

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