viernes, 31 de agosto de 2012

Alegato del prejuicioso

Soy una persona prejuiciosa, lo admito, al fin, ¿contentos? Vaya mala palabra, prejuicio. No nos detenemos mucho a analizar su significado, solo sabemos que es algo malo, muy malo. Quizás es el momento de hacer cierta reivindicación, concédanme pues algunas líneas para desarrollar este alegato, y como quien dice “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, no prejuzguen de antemano su contenido.
Partamos desde una premisa: el prejuicio es algo que se antepone al juicio, un paso previo. Estamos por llegar a una determinada instancia de juicio pero, antes de ingresar en ella y seguramente sin la “imparcialidad” que dicha situación supone, nos aventuramos a juzgar de antemano. En este punto ya inferimos una verdad: el prejuicio evita el juicio. Apa, ya les empieza a gustar…
Nunca, sin embargo, se entiende al prejuicio de esa manera. El prejuicio es para la sociedad una acusación sin pruebas ni datos que la sostengan. Esto es parcialmente cierto, porque el común de la gente no sabe prejuzgar. El prejuicio es un arte digno de seres con alto nivel de receptividad, capaces de deducir características de situaciones y personas con las que se lleva escaso o nulo contacto. Esas características extraídas pueden ser completamente válidas si atienden, como les decía, a la gran faceta perceptual del “prejuzgador” profesional.
En el establecimiento de relaciones puede que esté la clave. Personas y hechos remiten constantemente a otras personas y hechos conocidos y/o atravesados previamente. Sus consecuencias, entonces, muy probablemente también terminen remitiendo a ello. Si fuimos testigos de un fracaso, ¿por qué volver a intentarlo si las condiciones iniciales son exactamente las mismas? Y la historia, personal como colectiva, créanme, es prácticamente cíclica: se repite una y otra vez disfrazada de futuro. ¿Acaso hay mejor ejemplo que la clase política argentina y la inestabilidad del país? A cada artificial veranito le ha de sobrevenir un crudo invierno, una y otra vez.

lunes, 20 de agosto de 2012

Des-indigno terapia, 15ta entrega

"Mediterraneo"
Joan Manuel Serrat

¡Enhorabuena! Vamos a por otro gallego infaltable en la Des-indigno Terapia, diría más bien el imprescindible, que dicho sea de paso de gallego no tiene nada porque es más catalán que Gaudí. Esta canción me parece su obra más perfecta, sin fisuras musicales y con una letra impresionante describiendo aquel mar al cual tanto le debe su estilo y su poesía. Quién no se queda acaso con ganas de conocer aquel lugar mítico, tan lleno de lágrimas de los mil pueblos que han dado forma al mundo occidental tal como lo conocemos. Es ahí, en ese mar.
Es cuando se logra transmitir el amor por lo que uno ama que la labor de un compositor está realmente completa. A nosotros, a los nacidos tierra adentro, a los verdaderos mediterráneos, nos colma de sana envidia carecer de aquel inequívoco polo poético que resulta ser el mar. El vaivén de sus olas, que se van pensando en volver así como una mujer que emprende su retirada sin otra ilusión que el regreso (*). No puede ser más perfecta la analogía, no lo puede.
La canción condensa la vida a sus orillas. Desde el nacimiento hasta el momento mismo en que lo busca la parca. Es la vida humana finita e insignificante ante la grandeza del mar que ha estado allí para epopéyicos sucesos de antaño y lo estará también el día que no nos toque mas estar en este mundo.
Es un video, lo sé, pero cierren los ojos y déjense transportar por esta canción. Nos encontraremos allá, cerca del mar, lo prometo. Con ustedes Joan Manuel Serrat y su “Mediterraneo”.

“…te vas pensando en volver…”


 (*) La brea hace referencia a la que se empleaba para calafatear los buques, cuyo tránsito era tan frecuente por el Mediterráneo que llegaron a “impregnar” de su olor al propio mar. De allí que el mar sea como “una mujer perfumadita de brea”.

martes, 14 de agosto de 2012

Si Bonadeo fuera chino…

¡Qué triste! Levantarse al fin un lunes y no encontrar a Bonadeo relatando un apasionante lanzamiento de jabalina combinada categoría media, o una carrera de 100mts en la que Bolt le saca 200mts al segundo, o una sesión de danzas artísticas con sonrientes asiáticas nerviosas. Todo eso queda atrás, nos olvidaremos de aquellos deportes por cuatro años. ¿Todo eso también era deporte? Sí sí, parece que sí, nunca nos avisaron, hay vida más allá del handball y el tenis mixto lo cual de por sí ya nos resulta exótico por estos lares.
Como siempre, una edición que parecía que nos iba a dejar sin medalla alguna, nos deja con…bue, dos medallas y media, más o menos. Y ahí saltamos, ofuscados, con latiguillos como estos:

“¿Y qué querés? Si no se invierte nada en deporte, ¿vos viste como está el CENARD?”   (siempre me pregunté qué es y donde joraca queda)
“Van de joda los argentinos, a enfiestarse en la villa olímpica”   (envidiosos!)
“Es genética lo de los chinos, que se le va a hacer, y la alimentación, claro, si viven como 120 años”   (supermercados para rato)
“Hay que esperar dos años al mundial de futbol, ahí les rompemos el tujes a todos”   (mentira más grande)

La pobre cosecha en el medallero nos confronta con nuestra propia concepción de país. Rezongamos, pero… ¿estamos realmente para algo más que eso? Omitamos la clásica cuestión de los fondos porque es absurdo pensar que solo sea una cuestión de dinero el éxito deportivo. Los deportes suelen estar signados por la disciplina y los reglamentos, por el apego al entrenamiento, la constancia, la tenacidad. Me atrevo a decir que ninguno de esos ítems se lleva bien con los argentinos.
Otra de las características que hacen a un gran deportista es el saber perder. Es una constante enfrentarse en el deporte con escenarios de derrota. Simple, hay adversarios luchando también por ganar, puja mediante. Buen momento, entonces, para reconocernos como malos perdedores: tiene que haber algún motivo que no sea nuestra propia ineptitud que explique por qué fracasamos. Allí aparecen, pues, los fondos insuficientes, los errores arbitrales, el infortunio físico, la organización ineficiente, etc. Todo nuestro entorno conspira para que no ganemos nunca. ¡Qué lo parió!

lunes, 6 de agosto de 2012

Des-indigno terapia, 14ta entrega

"La extraña pareja"
Ismael Serrano

Con una persona que se ha tornado por demás especial en el último tiempo me encontré hablando de esto. Es sabido, debe haber tantas concepciones diferentes como personas habitando el mundo. No se puede llegar a una definición exacta e inequívoca de lo que es el amor. A sabiendas de ello, más intrépidos aun, llegamos a reflexionar sobre la longevidad del amor. ¿Cómo se hace para sostenerlo en el tiempo? ¿Cómo se hace para que no se desgaste y se rompa? ¿Es posible? Si hay algo que me caracteriza como melómano es la capacidad de citar fragmentos de letras de canciones en cada momento de la vida, una de las tantas particularidades que me hacen simpáticamente insoportable (ya lo vas notando). Claro, esta vez no fue la excepción.
Se habla del amor eterno sin caer en la cuenta de que el concepto de eternidad va, de movida, en contra de nuestra propia naturaleza humana finita. Somos incapaces de comprender que algo dure para siempre, más allá, inclusive, de la prolongación de nuestra propia existencia. Ante ello tenemos dos opciones: rompernos las cabezas tratando de entender y materializar algo que nos excede; o pensar que la eternidad es simplemente nuestro presente: todo nos va a resultar eterno mientras dure, desde un aburrido discurso presidencial hasta el más apasionado y breve de los besos.
Citar a mi interlocutora el fragmento de canción en cuestión le generó cierta tristeza aunque lo entendió como cierto y atinado. Desayunarse que no todo es color de rosas no implica necesariamente ver todo color negro. En el medio entre su idealismo y mi escepticismo puede que se encuentre la verdad sobre las relaciones humanas, tan complicadas como absurdamente predecibles. Impregnarnos ambos un poco del otro y de su forma de pensar puede ser una atrapante aventura que no nos venga nada mal.
“…el amor es eterno mientras dura”, dice Ismael Serrano en “La extraña pareja”, típica canción/narración de este cantautor español, la cual nos acerca un momento en la historia de una pareja para nada típica. 14ta Des-indigno Terapia en marcha, dedicada esta vez a esa persona especial a la cual todavía no la define ningún rotulo. Todavía.

PD: que alguien le sople la letra a Ismael!!!
"Él entró una noche en el bar de costumbre, iba vestido todo de riguroso luto, venía borracho y solo, traía gesto serio (…)