domingo, 27 de diciembre de 2009

Plural(es)

Un día mas en mi vida, un día mas que tengo ganas, necesidad de escribir. Por ahí es una forma involuntaria (o no tanto) de comunicarme con alguien. Ambos, en ese caso, lo sabemos. Lo sabemos.
Es claramente una etapa de balance, de cierre, de una mirada retrospectiva, nostalgiosa por aciertos y desaciertos, cosas buenas y malas. Tantas cosas malas. ¿Tantas cosas malas? Si, puede que sí. ¿Pero no habrá algo de lo bueno que pese mas que todo lo malo junto?
Este año fue una gran cachetada. Pero cuidado, a veces una cachetada no viene tan mal. Es duro golpearse, chocar contra la pared, sentirse fuera de tiempo y espacio. Pero todo ello es tan necesario, al menos alguna vez. Y era algo que necesitaba (necesitábamos?). Se mira el futuro diferente ahora, se mira al futuro al fin.
Todo este tiempo la rutina me devolvió, no solo menos de lo que le doy, sino un algo indeseado, inesperado (?). Frustración. Y a inesperado le cabe un signo de interrogación aún más grande, porque eso es lo que me devuelve la vida casi a diario. Pero no, uno sin embargo está cada vez menos preparado. Eso pasa, creo, porque se van tomando progresivamente más recaudos, sellando impurezas, buscando disminuir el riesgo. Pero la frustración se abre camino. De alguna u otra manera, como sea, pero llega. Y claro, te encuentra con las defensas bajas, atónito mirando como se filtra burlando tu sellado.
He descubierto, con el tiempo, que soy un gran enemigo de lo inesperado. Me desestabiliza, me hace tropezar. No me vengan con esa absurda falacia novelesca de la adrenalina y la emoción de lo que no se conoce. Le servirá quizás a Indiana Jones, pero no a mí. Y quizás este año no esperaba que me falle el sellado. No lo esperaba, no lo preveía. Lo previsto, eso es. Me rompe el alma lo imprevisto.
Y en la imprevisibilidad ronda hoy nuestro futuro. Sí. Si digo nuestro es porque hablo de nosotros. Sí, nosotros dos. Eso me pone, conciente o inconcientemente, mal. Porque preveo algo, algo que quiero, y sé, al mismo tiempo, que la rotura de esa predicción me puede voltear. Soy y seré victima una y otra vez de mis predicciones.
Con todo, el año puede llegar a tener balance positivo. ¿Pero como puede ser? Si fue pálida tras pálida, peleas hasta el hartazgo conmigo mismo. ¿Cómo puede ser entonces que encuentre al final este año más bueno que malo? ¿Puede ser tan simple la respuesta? Claramente. Estuviste vos, ahí, simplemente presente. Estuvimos los dos en el otro.
Me tienta constantemente hablar en plural. Me tienta porque lo siento así. Porque son pocas las cosas que padecimos por separado, y hasta inclusive esas las hicimos mutuas al contarlas paso a paso, detalle a detalle.  Me cuesta singularizar, porque rara vez lo que pueda decir de mí no hable, explicita o implícitamente, de vos.
¿Quién me habrá ganado diciendo que “la esencia mas pura va en frasco pequeño”? Algo en lo que, de un tiempo a esta parte, creo firmemente y logré constatar. 
Hoy, casi pasando de hoja en el libro de los años, me hago preguntas, y me respondo otras tantas. Fuimos capaces de compartir tantas cosas feas, ¿no valdrá la pena entonces intentar compartir cosas buenas? No quiero que seas mía, solo quiero ser testigo y participe de tu vida. No quiero poseerte, solo quiero que sea posesión de los dos algo común. No te quiero siempre a mi lado, solo quiero tenerte cerca. No quiero que seas una predicción, rómpeme los planes tanto como puedas. No quiero dejar de creer y no quiero dejar de ser iluso porque soy ahora conciente que no se puede vivir sin ilusión.  
Sos algo imprevisto, en mi presente y en mi futuro, y eso me llena de alegría y me  confronta conmigo mismo: algo imprevisto, por lo tanto...algo a lo que temo, me robó el corazón. Y ese algo en realidad es alguien, y es momento y lugar de admitirlo.