martes, 28 de junio de 2011

El River Plate de los indignos

Y sí. River se hartó. Se hartó de la inacción, de la falta de respeto. Se sabe, o se debería saber…, esa camiseta es digna de muy pocas personas. No cualquiera puede vestirla y hacerle honores. No cualquiera. Y sí…, no es una camiseta cualquiera. Es River. Y para estar en River, para ser parte hay que ser tan grande como River. No se admite el mínimo desliz de nivel. Ni hablar de un desliz pronunciado…, eso no se concibe. Demasiado benevolente ha sido con la ofensiva realidad y sus ineptos actores. River aguantó hasta donde pudo, a contramano de su historia y sus ideales. Basta.
Un día se hartó, y no quiso siquiera rebajarse a pelear un espacio con un club de segunda. ¿Pelear un espacio? …¡¡¡pero por favor!!! ¿De quién creen que están hablando? River no toleró la deshonra. River no estuvo, no está, ni estará para pelear nada con nadie. River no pelea porque no ha tenido jamás rival digno de sí. ¡¿Qué es eso de que “pongan huevo”?! En River no se pone huevo, en River se juega al futbol con todas las letras. Lo de los huevo queda para los otros equipos, aquellos obligados a intentar compensar con ganas y actitud la carencia de calidad. Lo de los huevos puede servir para Boca, o para los uruguayos quizás. Pero esto es River gente, y acá se juega bien al futbol o se muere. Y está claro que River eligió morir antes de traicionarse a sí mismo, fue una clara elección. River no jugó la promoción, simplemente la dejó pasar. Como un agonizante prefiere morir en lugar de ponerse de rodillas ante la vida misma. La vida es vida hasta que se empieza a mendigarla. Vámonos de acá, volveremos cuando seamos dignos.

viernes, 24 de junio de 2011

Surrealismo o reventar (parte II)

Sueños, pesadillas, fantasías…. grandes eslabones de una misma cadena onírica en la cual nos sumergimos durante lapsos relativamente breves. Y allí vale todo, el surrealismo es ley, o la ley es justamente su propia inexistencia. “Ley.” No sé si “ley” sea la palabra más apropiada. Hablemos mejor de sentido común. El mundo onírico, entonces, roza y transgrede las barreras del sentido común.
Hace un tiempo reflexionábamos en este mismo espacio sobre lo irreal que parecían determinados hechos de nuestra cotidianidad política (*). Irreales, sin más, por no ser capaces de sobrevivir a un análisis con una pizca de sentido común. Dichos actos, y tantos otros, parecen pertenecer más al mundo de los sueños que al mundo real.