Yo sé que me pongo un poco pesado con este
tipo de reflexiones, pero entiendanmé, no puedo dejar de compartirlas. Tengo
inquietudes a flor de piel y hasta tanto encuentre un psicólogo que atienda por
IOMA en mi barrio tendré que recurrir a este espacio para desahogarme.
Soy una persona interesada en religiones.
Esto es algo difícil de explicar. Me gusta investigar, leer, averiguar el “cuándo,
cómo y por qué” de las principales religiones mundiales. Soy, al mismo tiempo,
católico apostólico romano no practicante, digamos, de esos que por inercia
social y herencia familiar lo somos. Se podría decir, entonces, que me
interesan las religiones no como feligrés sino como investigador “objetivo”. Es
raro, ¿no? Me meto en cuanta iglesia se me cruza pero no a rezar, sino a
admirar arquitecturas e indagar simbologías. Sí, lo sé, ya lo dije, les prometo
que en cuanto consiga uno cerquita que atienda por IOMA empiezo.
Definido brevemente mi perfil psicológico es
preciso ir de lleno al grano para no aburriros con un sermón personal, queridos
hermanos. La religión, en nuestro caso predominantemente la católica, es algo
que tenemos interiorizado, asumido. Casi inconscientemente adherimos a teorías
fantásticas que explican todo aquello que no somos capaces de explicar: la
existencia, la muerte, el más allá, el alma.
No
podemos aceptar cosas que no tienen explicación, así que hasta allí parece
lógico que la religión como entidad tenga la aceptación que tiene. Lo fabuloso
es que dentro del concepto de religión, cual mercado o feria de barrio, hay
diferentes “stands” que buscan vendernos más o menos lo mismo con diferente
envoltorio. Y, valiéndonos nuevamente de la analogía comercial, parece ser que
la gran estrategia de marketing es la destrucción de la competencia.
Siempre me pregunté si alguna de estas polulantes
religiones será realmente la verdadera. En teoría, según pregonan, la propia es la original y el resto son copias piratas, y bien nos enseñó VHS en los noventa cuán ilegítima
es la piratería. A ver si vamos, pues, afilando
la puntería. Es como apostar quién ganará el mundial un año antes que se
juegue. Me imagino el más allá, en el ingreso al cielo, los de la religión
“triunfante” gozando a los devotos que pifiaron la elección:
“Toma
putooo, te avisamoo ehh’, ¿cuántas torres querías que te voltiemos? La posta es
Alá y Mahoma, ¡teníamos razón! Jesús era un sanatero que los engrampó a todos,
y Buda es un pelado botón. Jehová no esistiissss”
Acto seguido, un guardia celestial aparta al talibán
exaltado para que retome la fila de ingreso al reino divino, mientras el resto
avanzamos cabizbajos entre la muchedumbre que rumbea al purgatorio y/o infierno,
o donde sea que vayamos a parar por haber pifiado la elección. Algún ofuscado cristiano increpa a un cura
despertando los aplausos de los circundantes. “Lindo verso nos vendieron, sinverguenzas”, grita una vieja mientras
le revoléa un rosario en pleno exabrupto colectivo.
Volviendo a la tierra, lo que quiero
significar con todo esto es que no cierra la idea de que unos estén tan azarosamente
acertados y otros tan atrozmente equivocados. Todas las religiones pregonan la "bondad", y sostienen que las "buenas conductas" son requisito indispensable para
la vida eterna. Ahh, pero eso es solo el 50%, iluso. La otra mitad te la ganas
adorando periódicamente al Dios verdadero, que será muy bueno pero tiene la
moral baja y necesita que lo adulen. Entonces, ¿cuál es el verdadero? Bueno
hermano, ¡jugatela!, que para tibios está el ateísmo.
Llegamos allí a la mayor inconsistencia y
contradicción de las religiones: la pretensión de totalidad y absolutismo de
cada una en particular, cuando en realidad son muchas. Todo lo que sostienen
parece incongruente ante el hecho de que haya otras instituciones, que predican
algo parecido, pero cuyas diferencias son, sin embargo, irreconciliables y han
significado múltiples guerras y exterminios. Hay que convertir, hay que imponer
o, en el mejor de lo casos, convencer a “indecisos” de que nuestro credo es el
original, y el resto que se joroben, pobres almas, bien que se lo avisamos más
de una vez y no quisieron escuchar.
Con todo esto no quiero pasar por mero ateo
tira bombas. De hecho, no lo soy. Soy un simple cristiano “por inercia” que
tiene más preguntas que respuestas. “Benditos los que creen sin ver”. No estoy
pidiendo ver, ni estoy pidiendo pruebas de lo que hay más allá. Estoy pidiendo
congruencia, consecuencia de los dichos con los hechos, allí radica la falta de
fe que os intento explicar.
Entonces, pasando en limpio mi situación, el 50% del camino, que es ser buena persona y hacer el bien, creo tenerlo cubierto. Mi mayor maldad es robarme los sobrecitos de mayonesa del McDonald, así que creo que safo. Ahora, con la otra mitad, no sé para donde disparar. Podría meterme a adorar fervorosamente a algún Dios al azar, pero lo haría por obligación, sin sentirlo, y si partimos de la premisa de que Dios todo lo ve y lo sabe, soné porque me descubriría. Estaría intentando engañar a alguien inengañable. Además, ¿qué pasa si en esa elección la pifio y adoro a un Dios que no es? No solo estaría siendo obsecuente, sino que además lo estaría siendo con el Dios equivocado a sabiendas de que el "verdadero" todo lo ve. Es como meterle los cuernos a una pitonisa, simplemente un suicidio.
Entonces, pasando en limpio mi situación, el 50% del camino, que es ser buena persona y hacer el bien, creo tenerlo cubierto. Mi mayor maldad es robarme los sobrecitos de mayonesa del McDonald, así que creo que safo. Ahora, con la otra mitad, no sé para donde disparar. Podría meterme a adorar fervorosamente a algún Dios al azar, pero lo haría por obligación, sin sentirlo, y si partimos de la premisa de que Dios todo lo ve y lo sabe, soné porque me descubriría. Estaría intentando engañar a alguien inengañable. Además, ¿qué pasa si en esa elección la pifio y adoro a un Dios que no es? No solo estaría siendo obsecuente, sino que además lo estaría siendo con el Dios equivocado a sabiendas de que el "verdadero" todo lo ve. Es como meterle los cuernos a una pitonisa, simplemente un suicidio.
La diversidad es una cualidad humana, no solo
aceptada, si no hasta incluso celebrada. No suena tan raro entonces que las
religiones sean múltiples y reflejen esa diversidad. Lo que no encaja es esa universal
pretensión de “totalidad” que pregonan. Desde los judíos hasta los brasileros
que compran teatros y espacio nocturno en Canal 2, todos se creen los elegidos
y dueños únicos de la certeza. Está claro que todos no lo pueden ser.
¿Estarán
entonces todos los dioses juntos arriba comiendo pizza con champagne? ¿O será
un solo y mismo Dios al cual se le ha atribuido los nombres y formas más
diversas? ¿Realmente le simpatizará que prioricemos su adulación por sobre
nuestro propio respeto mutuo? ¿O no habrá nadie allá arriba y serán todos
inventos para hacernos más llevadera la angustia de no saber dónde iremos a
parar cuando pasemos este estadio humano terrenal, y ya que estamos, tener
excusa para matar a algún estorbo que se interponga?. Vaya uno a
saber. Son preguntas que la fe no puede responder.
La fe nos lleva a creer en algo sin reparar en que es aquello en lo que no se
cree. No le pidas explicaciones de aquello que no concibe como legítimo porque va en contra de sus principios. Todos pueden expresar su propia fe, pero nadie puede dar cuenta de la fe
de otro, y en muchos casos ni siquiera tolerarla. Mientras tanto, en este vasto
mundo, pasa de todo en el nombre de Dios. Desde un humilde rezo nocturno, hasta
estrolarse en un Boeing contra un rascacielos, todo cabe bajo un paraguas de
cosas hechas por y para algún Dios. Más diversidad que eso… echale agua (bendita).
Hay de todo en la viña del señor… Ni que lo
digas. ¡Válgame Dios!
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